Page 418 - San martín del Rey Aurelio
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tividades Antiamericanas, como John Garfield, Alvar Bessis y Zero
            Mostel. Tenía preparado otro libro sobre Hollywood. Y había escrito
            “La gran batalla de la Guerra Fría”, con la historia de los primeros
            veinte días de la Asamblea General de la ONU de 1960, relato en el
            que desfilan personajes como Kruschev, Fidel Castro, Tito, Sukarno,
            Nehru... En fin, otro libro no nato sería “Genio y figura”, recopilación
            de artículos publicados en el diario “El Sol”, algunos de ellos seriados,
            dedicados a personalidades con las que tuvo amistad, como Ramón
            J. Sender, a quien había conocido en Oviedo poco antes de la Revo-
            lución de octubre, época en la que había acompañado, en visitas que
            hicieron a Asturias, a Ylia Ehrenburg y Rafael Alberti.

            Desde hacía mucho tiempo Ovidio Gondi había dedicado un esfuer-
            zo sistemático a hacer un gran acopio de información. Su archivo de
            recortes de periódico era legendario entre los periodistas mexicanos.
            Quienes visitaban su casa la describían como llena de papeles, muy
            bien ordenados.

            Pero no a España.
            Había vivido 31 años en el lado del Atlántico donde había nacido y lle-
            vaba 34 años en la otra orilla cuando le llegó la noticia de la muerte de
            Franco, el hombre que, al hacerse con todo el poder en España tras
            la feroz guerra civil, se había constituído para muchos exiliados polí-
            ticos a en un tabú incompatible con cualquier idea de retorno. Luego,
            sorprendentemente, el mismo rey designado por Franco como su su-
            cesor, había respaldado, y hasta orientado, la transición hacia un régi-
            men democrático, homologable con cualquiera de Occidente, justa-
            mente lo que deseaba la gran mayoría de los españoles. La Transición
            se fortaleció en 1981 al superar con éxito el intento de un disparatado
            golpe de Estado.


            Fue por entonces, en concreto, a mediados de 1980, cuando el autor
            de estas líneas entró en contacto por primera vez con Ovidio Gondi.
            Alguien me había facilitado su dirección y yo le escribí, adjuntándo-
            le el cuestionario para una entrevista destinada a la “Hoja del Lunes
            de Oviedo”, que editaba la Asociación de la Prensa de Oviedo, a la
            que él había pertenecido en su juventud. Inevitablemente, una de las
            preguntas era sobre sus planes de futuro. De su respuesta saqué el








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