Page 824 - CASO
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Aunque ese pesar se olvida cuando vas descubriendo una tras otra
        las joyas que adornan la ruta, la primera el mirador del Texu, desde
        ahí ya ves que lejos se queda Bezanes, y que ya has subido mucho.
        Respiras profundamente, y sigues camino.

        Un poco más arriba, sorprende encontrar en un abrupto risco engar-
        zadas en las rocas las colmenas de una explotación apícola, ¡que
        miel más pura debe salir de esos panales rodeados de tanto brezo!
        Sigues subiendo, y te encuentras una fuente en un pequeño bosque,
        ideal para descansar y recuperar fuerzas, para luego seguir ascen-
        diendo y percatarse de las dificultades que debe entrañar el mante-
        nimiento de un acceso de estas características, al encontrarte con
        las “viseras” que protegen la pista de los aludes, y desprendimientos.
        Posiblemente el lugar más impactante de la subida puede ser el
        túnel del Crestón, desde donde vimos buitres leonados y otras aves
        rapaces como en procesión por las alturas de los hayedos.


        Los  últimos kilómetros  son muy  llevaderos,  aunque ya  las piernas
        empiezan a quejarse, y los niños ya entonan el “¿Cuánto falta?” con
        una cadencia muy elevada, pero el fin de la ruta ya está cerca.

        Seguimos avanzando, y a lo lejos aparece una fuente, y al acercar-
        nos cual es mi sorpresa al leer el cartel que anuncia “Fuente Pandu”,
        y ahí ya me sentí como en casa.


        Ya solo unos metros más allá, ves la vega, el gran “mayau” lleno de
        caballos, vacas, rodeados por las pequeñas cabañas de los gana-
        deros, y en lo alto el refugio, la meta.


        Que felicidad llegar, sentarte y disfrutar de esa especie de circo for-
        mado por las montañas, que te rodea, que te hace sentir pequeño y
        en perfecta comunión con la naturaleza.


        Naturaleza que durante el día se ve más humana por la presen-
        cia de todas las personas que allí nos congregamos, pero que en el
        amanecer se vuelve salvaje cuando alguien con unos prismáticos
        buscando rebecos dice, “un oso” allí en aquel risco, en la montaña, y
        todos pudimos disfrutar de ver como en nuestra tierra, desde la se-
        guridad del refugio, se puede contemplar cómo una especie como
        el oso pardo, ha podido recuperarse, siendo más de dos centenares


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