Page 747 - Laviana
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las parroquias mineras, así como autoridades políticas y sindicales de
 Mario Fernández Cuetos  toda la provincia. Todos se comprometieron a intentar arropar en lo

        posible a las familias de los fallecidos. En lo económico, el Ayuntamiento
        abrió una suscripción popular con 5000 pesetas, en la que también la
        empresa  aportó una cantidad más o menos similar. Lo cierto es que
        el 28 de mayo del 1924 dejo un rastro de dolor y penuria, diez mineros
        muertos por  asfixia y treinta y seis niños huérfanos.
 Mina La Sota




           El 28 de mayo de 1924, nadie en Carrio presagiaba lo que iba a
 suceder. Al contrario, todos tenían en mente la boda de Fernando el de
 Sarambiello y Salud, la fia de Lin  de Carrio. Las desgracias casi siempre
 se producen por una suma de pequeños detalles.

           El relevo de la mañana ya salía, pero quizás no se percataron de
 que el uso de la dinamita había provocado fuego en la capa la Adolfita.
 Cuando a la tarde se incorporaba el siguiente relevo, dieron el aviso
 de que algo no iba bien. El vigilante José Vazquez tomo la iniciativa
 de intentar sofocar el incendio buscando gente de su confianza, entre
 ellos alguno que estaba de boda. Seguro que nadie se negó, aunque
 también alguna voz advirtió del peligro de actuar con precipitación
 .Cuando otros empleados llegaron y quisieron actuar , ya Vazquez y cinco
 obreros habían entrado a intentar sofocar el incendio. Algo olieron que
 iba mal, hasta la mula se negó a seguir para dentro. No obstante ellos
 continuaron con el afán de socorrer a sus compañeros. Una tragedia.
 No fue hasta entrada la madrugada, cuando una cuadrilla de rescate
 pudo certificarla. En total diez mineros dejaron su vida en la Sota, Jose
 Vazquez, vigilante; Juan  Pérez,  oficinista;  Julián   Iglesias y    Alejandro
 González , vigilantes de rampla; Gregorio González, vigilante del exterior;
 José González,  Angel Crespo, Severino Cuello, Remigio Suárez, mineros y
 Silverio Betegón, de maniobra y arrastre.

           El duelo y los funerales fueron una gran manifestación de
 dolor compartido, no solo por los familiares, sino de todo un concejo
 sobrepasado por la tragedia. El salón de plenos del ayuntamiento
 Lavianes, fue  testigo del velatorio de los cadáveres así como de  la salida
 procesional de la comitiva funeraria que portó los féretros a hombros
 hasta el cementerio del Otero. El acto fue arropado por miles de vecinos
 no solo de Laviana, también acudieron multitud de personas de todas



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