Page 308 - Virgen del Camino

de energía conmovedora que por aquel lugar se expandía a raudales. Igual
(página 364, FOTOS 896 y 897)
Con todo, no acaban aquí las innovaciones, más bien surge de esas
sólidas fuentes la necesidad de que los alevines de los dominicos tengan
la formación integral imprescindible, la praxis religiosa indispensable, pero
también cuanta cultura complete ambas y el dominio de las innovaciones
en los nuevos modos del saber y quehacer humanos, que ese sacerdote
“predicador” va a tener que usar. Las propias imágenes que antes
contemplábamos dan fe de este proceso. Están extraídas, como todas,
del Álbum, pero reproducen algunas páginas de la revista “Camino”, la
original Revista del Colegio, vehículo de expresión de su vida con el exterior,
primordialmente con las familias de los colegiales y elaborada con el
protagonismo de los muchachos, que, con la debida ayuda y supervisión,
escribían, componían, dibujaban y maquetaban. Unos en mayor anonimato
de su labor y los firmantes con su literatura eran tenidos, y ellos mismos así se
reconocían, como los premiados de un continuo concurso, cada vez que
su nombre aparecía rubricando el texto, porque, bien sabía, era preciso ser
valorado positiva y extraordinariamente a veces para recibir tal honor. “La
revista tuvo tres periodos por su diseño e impresión, en blanco y negro, al
principio; con colores planos en su etapa central, y con de fotos en sepia en
la tercera”, nos recuerda Lalo F Mayo en su texto glosando la foto 865 de la
página 354. Claro que esa comunicación exterior se complementaba. para
los habitantes de aquella isla, con los “Tablones de noticias internas”, que
también exigían saber, algunas destrezas, propiciando el arte con algunos
dibujos de los más distinguidos alumnos e incluso la llegada subrepticia de
noticias del exterior.
Pero también el teatro, con sus largos ensayos y representaciones, obras
de teatro, preparación de días especiales, con sus diversas secciones de
música, poesía, discursos... llenaba todo un universo creativo y movilizador
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intensidad poseía la radio, que exigía buenas voces, mejores inteligencias y
redacciones aún y un sacrificio más al espacio lúdico convencional. El cine
de los domingos era en aquel tiempo, junto a un instrumento de cohesión
del día de asueto, un doble lujo: el de tenerlo en casa y el de poder disfrutar
todos de su interés formativo, que no pocas veces aquellos frailes lograban
rozar la perfección con algunos de los films que conseguían traer y rozar
incluso, inteligentemente, la censura que reinaba externa e internamente.
No cabe concluir este rápido repaso al microcosmos del Colegio
Apostólico de la Virgen del Camino sin aludir expresamente, lo habíamos
esbozado ya, al tesoro más preciado por todos y que propició un milagro, por lo
extraordinario, no por la falta de un esfuerzo casi sobrehumano, y a un tiempo
incomparable. Me refiero, obviamente, al pleonasmo que hermanaban la
música y la Escolanía. Lo expreso así, porque estoy seguro de que la vocación
de la cultura musical era aún mayor que su hija predilecta, la Escolanía, tal
vez el femenino más amado, pues el general apenas se barruntaba, salvo
en cada mente que caminaba a la pubertad. Que la música era la reina lo
predicaba todas las mañanas el despertar general que permitía reconocer
desde muy pequeños a Haendel, Vivaldi o Albéniz, pero también en las
hermanas menores de la Escolanía, como la Rondalla o las propias clases de
solfeo necesarias para aprender el lenguaje musical tan indispensable para
ambas. Con todo, los ensayos, las obligaciones litúrgicas cada domingo
y fiestas religiosas en el Santuario, los conciertos en muchos lugares fuera
del recinto de La Virgen, aunque con su nombre, y la propia grabación de
un buen conjunto de discos provocaron tal intensidad de trabajo, tiempo
y pasión que debieron ordenar de modo singular la ordenación interna y
desde luego la proyección de aquel colegio que ocupaba un trozo de tierra
en la fría paramera de la tierra leones. No se extrañe ningún lector actual que
en la década de los 60, concretamente en 1967, bajo la dirección del Padre
Ángel Torrellas, aquella Escolanía viajara a Roma al Congreso Internacional
de los “Pueri Cantori”, actuando en el propio Vaticano y seleccionada por
la RAI, junto a los Niños Cantores de Viena, para su emisión. Éxito análogo
tuvo una década después, concretamente en el Congreso de Viena de
1978, dirigida en ese momento por Baldomero López. Me importa subrayar,
junto a ello, para nuestro fin el armazón cultural que su labor construyó para
el proyecto humanístico del Colegio, que aquí venimos destacando y su
consecuencia fundamental en la profunda huella y sensibilidad imborrable
que imprimieron en quienes vivieron aquella inusitada experiencia. En no
pocos la voz se unía al ejercicio de aprender, ensayar y tocar en la Rondalla
Anexa que participaba en conciertos conjuntos con la hermana Escolanía.
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