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La Casona de Los Valles


               Todo el edificio fue cerrado posteriormente con muro de piedra. Ese muro se
          queda a media altura en el lado Este para colocar sobre él una verja que permite la
          entrada del sol por la mañana. El cierre dejó amplio espacio para un jardín delantero
          y para una corralada trasera con terreno suficiente para albergar una gran cochera,
          añadida años después, y los animales necesarios para surtir la mesa de sus propieta-
          rios, siempre familias relevantes del Concejo de Onís.
               Para enmarcar el portón de madera, acceso principal de la Casona por la fa-
          chada Sur, se hizo un arco de medio punto, de piedra de sillería, con generosas
          dimensiones. A finales del siglo XX, hubo que cambiar el portón que había, enton-
          ces rectangular, por deterioro extremo. Queriendo resaltar ese arco, encargamos un
          portón con esa característica. La respuesta fue que ahora esos arcos se hacían con
          ordenador, mientras que el de piedra que teníamos en la casa se había hecho a mano
          dos siglos antes, por lo que era muy posible que no encajaran ambas hechuras por
          lo que desaconsejaban la desafortunada idea. Decididos a intentarlo, lo encargamos
          igualmente. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando al colocar el marco nuevo com-
          probamos que ¡encajaban ambos arcos a la perfección! No es de extrañar que los
          canteros del siglo XVIII destacaran por su maestría.
               El gran edificio posee dos plantas de más de 200 m2 cada una y su bajo cu-
          bierta, dedicado a desván, es de techo alto ya que el tejado es a tres aguas. Posee un
          gran casetón con ventana a Sur y destaca el gran alero que bordea todo el edificio.
               Lamentablemente, de sus orígenes no nos han llegado escritos oficiales hasta
          que se inauguró el Registro de la Propiedad, como he comentado antes, aunque
          es probable que pudiera haber testamentos anteriores a esa fecha donde figure la
          Casona o algún documento en Oviedo donde se haga referencia a alguno de sus
          propietarios. En el Ayuntamiento de Onís o en el de Cangas de Onís, no pude en-
          contrar nada debido a inundaciones, a traslados o a daños durante la guerra civil
          en los archivos existentes.
          En sus más de dos siglos y medio de existencia se han acumulado en ella anécdotas
          y curiosidades, todas ellas trasmitidas hace ya muchos años por ancianos del lugar.
               Es de reseñar que en muchas habitaciones de la primera planta y en la escalera
          principal se mantiene el suelo de grandes tablones de castaño. Una madera que se
          ha mantenido extraordinariamente bien debido a su gran calidad y a que, en sus
          primeros tiempos, se enceraba a mano. Así mismo destaca el hecho de que no sólo
          sean de piedra los muros exteriores sino varias paredes interiores, que alcanzan los
          80 cm. de espesor.
               También nos han llegado algunos elementos que no podían faltar en el entorno
          rural de la época.
               En la despensa estaba el “h.erraderu”, gran pila de una sola piedra alargada y
          poco profunda con agujero para desagüe en un extremo. Se apoya encima de dos
          soportes de piedra o de ladrillo macizo. Sobre la piedra y a medio metro del techo,
          aproximadamente, una talamera de roble y, ajustadas a ella por la parte inferior, cin-
          co perchas, igualmente de roble y unidas por la técnica de cola de milano, donde
          se colgaban las “h.erradas” a “pingar”. Las “h.erradas” son unos calderos hechos de

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