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La Casona de Los Valles
que ser operada con urgencia, de manera que habilitaron el espacioso salón de la
primera planta y fue allí donde, en un “quirófano” improvisado, el médico de la zona
intervino a la muchacha, con gran éxito.
Precisamente el salón mencionado tiene un balcón con una barandilla de reja
muy trabajada, gemela de otra que hay en la siguiente sala. Pues en la barandilla de
reja del salón falta un trozo. En ese espacio, ahora vacío, debería haber la figura de
un pájaro. Parece que el pájaro “voló” y no se supo más de él.
Fue ocupada como cuartel militar durante la guerra civil española, lo que la
libró de ser bombardeada. Se dice que los mandos militares la escogieron por su gran
tamaño y por la amplia cuadra y su bien abastecido “h.enal” (pajar). Eran entonces
los propietarios unos indianos venidos de Méjico. Tenían caballos y unas sillas de
montar, de cuero repujado y con adornos de plata, de grandísimo valor, que escon-
dieron en el último rincón del pajar para protegerlas de los robos. Sin embargo, al
prolongarse la estancia de los militares en la Casona, sus animales consumieron todo
el heno y la paja, dejando a la vista, finalmente, las famosas sillas de montar, que
fueron “requisadas” de inmediato.
Se cuenta también que D. Ramón Pellico Labra, que puso los escudos de sus
apellidos en la fachada, tenía gran afición a montar. Tanto que, estando enfermo e
incapacitado para bajar a montar a caballo, le subían su montura al corredor donde
el hombre paseaba en su caballo favorito, un asturcón.
Quizá la “leyenda” más curiosa es la del famoso tesoro de la Casona. Según
contaban los mayores del concejo, hay un gran tesoro escondido desde hace muchí-
simo tiempo, cuando las familias adineradas escondían sus riquezas en las casas.
Nosotros, los propietarios actuales, llegados en las Navidades de 1990, hemos
trabajado muy duro en su restauración, no quedando, a estas alturas, ni un rincón
donde no hayamos hecho alguna mejora de mantenimiento. El “dinero” que hemos
encontrado hasta ahora es una monedita de cobre, del tamaño de un céntimo de
euro, fechada en 1870, que había en un pequeño desperfecto del suelo de madera.
También encontramos otras dos moneditas de cobre, fechadas ambas en 1904, del
tamaño de una moneda de cinco céntimos de euro, agujereadas en su centro para
utilizarlas como arandelas en el cierre del portón antiguo, que fue necesario cambiar.
Tras treinta años viviendo en la Casona, hace ya tiempo que sospechamos que
ese “tesoro” no es económico, sino que se refiere a la felicidad que esta casa nos ha
proporcionado desde el día que decidimos dejar nuestra vida en Madrid para trasla-
darnos a una zona rural a disfrutar de una vida en contacto con la Naturaleza.
Sin lugar a dudas, para nuestra familia la Casona es nuestro gran tesoro, un
sueño hecho realidad que la convierte en mucho más que un hogar.
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