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Gobezanes), ya que los avatares del tiempo y la falta de conserva-
        ción se cebaron más en los tramos extremos que en el construido
        en roca, además de por quedar sepultada la parte final de su traza-
        do por la carretera actual de Foz.

        Son de resaltar sus imponentes muros de piedra caliza (“armadu-
        ras”, como los define Guillermo Mañana) construidos para salvar, en
        distintos puntos, los marcados desniveles. Representan, junto con su
        empedrado, una de sus características mejor conservadas y más
        interesantes, perfectamente apreciables desde Monegru.

























                                      Vistas de las armaduras





        La descripción que Guillermo Mañana hace en su obra no deja lugar
        a dudas de la sobriedad constructiva de estos tramos que, afortu-
        nadamente, todavía hoy podemos contemplar: “Es el camino que
        conduce, bajo la Ería Treslapeña y por la Mozquita, hacia Prieres y
        Abantru por encima de la margen derecha del río Orlé, en un alarde
        de ingeniería caminera a través de la Foz de Gobezanes” (A la som-
        bra del Tiatordos, pág. 305).


        No podemos terminar sin hacer una llamada al conocimiento y al
        disfrute de este mudo testigo de la historia de una parte de Casu y
        de la vida y costumbres de las dos tercias que enlaza desde tiem-
        pos inmemoriales. Si a esto añadimos que resulta imposible de des-
        vincular del Camín Real, tendremos motivos suficientes desde aquí

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