Page 872 - Virgen del Camino

Su primer empleo consistió en llevar los apuntes en la panadería de don
Pedro Albaitero, llamada «Venegas». Pasó después a dirigir la administración
de la panadería «La Primavera», en la calle de Guillermo Prieto n.º 60. Llegó
a ser su propietario en 1912. Debieron de surgir algunas discrepancias entre
el propietario y él. El primero retiró su capital. Don Pablo quedó sin trabajo.
Ambos tenían amistad con los dominicos de México, especialmente don
Pablo. Recordaba sus años en Corias. Y entre los Padres se hallaba su amigo
de la niñez fray Manuel Díez Tascón. Es fácil imaginar el abrazo cordial de
ambos al encontrarse después de varios años y con rumbos distintos. Pablo
habló a fray Manuel de su situación en paro y de los motivos.
El contacto de los dominicos con ambos socios resolvió el conflicto. Se re-
conciliaron y prosiguieron el negocio. Pablo compró al dueño la panadería,
que le facilitó el pago en créditos fáciles. «La Primavera» también era paste-
lería. Los empleados no se recataban de comer pasteles. Se lo advirtieron a
don Pablo. Y dijo:
-Déjelos. Pronto se hartarán y terminarán por despreciarlos y aborrecerlos.
Con ocasión del incidente, don Pablo afirmó, seguro de sí mismo:
-Antes de dos años este negocio será mío.
Y, recordando posteriormente el suceso, decía:
-Cuando junté los trescientos pesos mexicanos, me independicé.
2. Primeras actividades. Grave peligro
En 1914 fundó con otros cuatro amigos una sociedad anónima: la prime-
ra fábrica de levadura comprimida de panificación en la ciudad de Méxi-
co llamada «Leviatán y Flor S.A.». Hasta hoy, una de las principales fábricas
mexicanas de levadura.
Su dinamismo creador le llevó a distinguirse en el mundo de los negocios y
en todo género de empresas, orientadas desde el principio a su doble meta
religiosa y social: la obra de la Virgen del Camino.
Con este sentido social creaba fuentes de riqueza para distribuirla entre
los demás. Dos aspectos de una sola idea: ser digno hijo de la Virgen y fiel
discípulo de Cristo, realizando las bienaventuranzas: dichosos los pobres de
espíritu y dichosos los misericordiosos. Gran misericordia y dicha es cubrir las
necesidades corporales y espirituales del prójimo.
En sus viajes periódicos a España y León visitaba el santuario v se enco-
mendaba a su Madre la Virgen del Camino. En una ocasión se vio visiblemen-
te protegido por Ella. Lo refirió él mismo. Le sucedió en México por los años
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del gobierno persecutorio del Presidente Plutarco Elías Calles en el decenio
de los veinte a los treinta de este siglo. Es un episodio distinto del mencionado
anteriormente.
Los agentes de la policía llamaron a su domicilio. Salió él:
-¿Qué desean?
- ¿Vive aquí don Pablo Díez?
- ¿Qué pretenden?
-Tenemos orden de prenderle. No le conocían personalmente. Les dijo,
sereno:
-Es muy temprano todavía. Está vistiéndose ahora.
Mientras les hablaba se abotonaba la camisa. Pero en el momento de
la llamada se había encomendado a la Virgen del Camino. Ella le puso la
respuesta en los labios. Le sirvió para huir de su casa y librarse de los perse-
guidores.
Trabajó con tesón y perseverancia. Antes de diez años tenía la fábrica li-
bre de toda carga financiera. Destacaba entre las grandes fábricas del país.
Gozaba de buen crédito. Logró el éxito por su constante actividad, su senti-
do cristiano social y la escasa dedicación al ocio. Sus diversiones preferidas,
según propia confidencia, eran la natación, frontón y tenis. Y el golf en los
últimos años.
Con mirada retrospectiva, cabe hacerse una pregunta: ¿Influiría en su
decisión de lanzarse a la «aventura tan española de América» el recuerdo
de sus dos tíos maternos Benito y Esteban, que habían hecho fortuna en Ar-
gentina?
Su madre Gregoria había tenido cuatro hermanos: los dos menciona-
dos más Plácido y Felipe. Estos dos, casados muy pronto, renunciaron a las
empresas ultramarinas y se consagraron a la educación cristiana de sus
hijos. Felipe tuvo dos hijos, que a su vez se casaron. También Plácido tuvo
familia numerosa, de la que salieron vocaciones eclesiásticas, entre ellos
un fraile dominico, muerto en el frente de batalla durante la Cruzada.
Muerte gloriosa, por ser fruto de la caridad. Su compañero era casado, y
fray Francisco se ofreció a ocupar su puesto en la avanzadilla, de gran pe-
ligro. Y en la avanzadilla sucumbió en acto de caridad. Tal vez don Pablo
tuvo conocimiento de tal suceso glorioso de un familiar suyo y le avivase
más el amor a su difunta madre y el afecto y estima hacia la Orden de
Predicadores. Un motivo más para sentir aprecio y gratitud hacia ella, a la
que había pertenecido y a la que seguía espiritualmente ligado.
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