Page 406 - Somiedo
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ANTÍFONAS DE OTOÑO EN TRES IMÁGENES
(I)
A mi madre
La rosa de otoño se marchita bajando los ojos al suelo en oración última de un
tiempo ya vencido. Pierde sus pétalos heridos, se despoja de su íntima ternura.
Nadie la mira, sola, aterida en la maleza. En el áspero silencio del zarzal me ense-
ña a ver las cosas en su desnuda posesión. Pienso en los ojos de mi madre donde
veo un manojo de espigas, dos abedules con nieve y un camino entre la sombra y
la luz. La rosa es sin por qué como el poema: florece porque florece y se desnuda
en el otoño para volver al aire, más pura, más bella, más concisa. Como en algún
cuadro de Vermeer veo a mi madre aventar el trigo en la loma de la ermita jugando
con las riquezas del aire para separar lo puro de lo impuro El viento viene a ráfa-
gas. Es un viento frío el que viene de La Mesa
Le pido al viento que sople hacia adelante siempre, que arranque las legañas
de mis ojos y que me dé la claridad que viene del cielo para seguir amando a los
hombres y mujeres de esta tierra al raso.
(II)
A mi padre
Esta brisa otoñal no puede estarse quieta, como el cabritillo que no para de dar
brincos en el campo. Zarandea las hojas de los árboles como si quisiera desper-
tarlas. Pienso en las manos de mi padre, arrecidas, cuando el zarzagán trae un frío
que pela, que afeita en seco y hay que retirar las manos del arado, parar el surco
para soplarlas. En el último aliento de las hojas el camino del yo hacia su pérdida.
Mi padre murió joven, a media brazada: se ha ido quedando sin lenguaje porque
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