Page 49 - Somiedo
P. 49
La hermosa piel y las misteriosas entrañas de Somiedo
Uno, el principal, el conocido por la multitud de quienes cada año visitan ese
territorio, algo que per se aporta sensaciones visuales casi táctiles que todo el
mundo puede sentir y conocer, y que permite fácilmente transitar y amar la reali-
dad de su paisaje, y también alternar con las gentes que allí habitan en pueblos
y brañas y recorren sus abruptos montes, y profundos y amplios valles, utilizando
para sus ganados sus praderas y majadas, y que disfrutan de sus bosques y arbo-
ledas, ríos y regatos, fuentes y lagos profundos de bellísimo color, y a su placer
escalan los riscos y roqueros, y recorren las rutas de sus peñas etc. etc., y, en de-
finitiva, disponen a su gusto de todo lo que conforma la hermosa piel que cubre
el espacio territorial de ese concejo.
Y es que el paisaje de Somiedo es un regalo para la vista, y caminar por allí una
verdadera fortuna para el visitante, aunque no se esté avezado al ejercicio.
Por supuesto, el placer es aún mayor para quienes pueden permitirse el esfuer-
zo de subir a las cumbres de Somiedo, a los Picos Albos o al Mocoso y demás, o
recorrer los antiguos glaciares que los circundan, morreras incluidas, para disfrutar
de aquello que siempre supone un reto para los más exigentes subecumbres y
expertos montañeros: disfrutar del monte virgen como principal objetivo vital.
Acercarse a ese Somiedo es fácil, y existen multitud de posibilidades.
Cada una de ellas comprende a su vez infinitas variantes, según se elija una
encrucijada u otra de las muchas existentes en los caminos somedanos.
Por poner, pondré un solo ejemplo, que se podría extender analógicamente a
otros mil supuestos y caminares, algo que obviamente no haré, y espero que lo
entienda el lector, porque ello supondría acometer algo así como una especie
de guía turística de Somiedo, y nada me habilita ahora y aquí para ello, ni tengo
ganas de hacerlo, pero que como ejemplo vale para entender cuál y como es la
experiencia visual y de los demás sentidos que por allí se puede experimentar,
como ver, oír, oler, palpar y caminar sobre la piel, sobre la hermosa epidermis
de Somiedo.
Así, quien bordeando el tumultuoso arroyo que pronto se convertirá en río
Sil se adentre en Somiedo desde la Babia por el pueblo vaqueiro de Santa María
del Puerto, bajo el Cornón de Peña Rubia, atravesando las praderías que hasta la
desamortización decimonónica y desde el alto medievo fueron propiedad de las
señoras monjas bernardas de Gúa y que estas alquilaban a los pastores nómadas,
descenderá por el Trabanco hasta visualizar a su izquierda el también pueblo
49