Page 51 - Somiedo
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La hermosa piel y las misteriosas entrañas de Somiedo
nas de su territorio, afectadas, sin duda, por el mercurio de las vetas de cinabrio, y
perforadas por las arterias de hierro que conducen las aguas de los altos hacia las
centrales hidroeléctricas de la Malva y de la Riera.
Ese Somiedo arcano, en frase de Juan Cueto parece la inversión ritual de Cova-
donga, la cruz al revés, el ámbito de lo mágico y lo tenebroso, anterior al cristia-
nismo y a toda luz.
No es fácil saber, ni entender cómo llegó Rosso de Luna a la conclusión de
que precisamente en Somiedo, bajo el espacio de los montes de utilidad pública
Camayor y Tarambico, se encontraba el punto extraño, el Vicus-Tara, lugar ajeno
al tiempo, donde, en su opinión, se producía la intersección de las tres regiones
cósmicas: Cielo, Tierra e Infierno y, que, para los teósofos de primeros del siglo XX
era, por tanto la capital de la geografía mística y sagrada del ocultismo español,
donde se ocultaba una biblioteca secreta y, también, un gran tesoro.
Rosso de Luna, el llamado mago de Logrosan, abogado como todos, se licen-
ció también en Ciencias e inventó un aparato de astronomía popular llamado Ki-
nethorizon que reproducía por medio de la electricidad el aspecto del cielo, algo
que, por cierto, le valió la Cruz de Carlos III y dar lecciones de matemáticas en
Paris y Ostende. También descubrió una estrella cuyo nombre mantuvo en secreto
y realizó múltiples descubrimientos arqueológicos prehistóricos.
Fue un fiel discípulo de Helena Petrovna Fadeef de Blavastky, fundadora de la
Sociedad Teosófica y redactora de su Biblia: La Doctrina Secreta, ardiente investi-
gadora de la vaca astral de cinco patas.
Después de muchos viajes y caminatas por los altos de Somiedo y por los Picos
de Europa, a veces reales y la mayor parte de las veces imaginarios, realizados
sobre el espléndido y concienzudo mapa de Asturias de Schulz, así como de in-
vestigaciones metafísicas sin cuento, y de largas conversaciones con pastores, hi-
dalgos y cazadores de osos y otras alimañas feroces, y sobre todo como resultado
de, al menos en su opinión, un fructífero encuentro con los papeles y documentos
que había dejado en Corao Roberto Farinelli, el famoso anticuario depredador
alemán, también ocultista, Rosso partió hacia los altos somedanos en busca del
tesoro y la biblioteca ocultos del Tara-Vicus, o Vicus-Tara, que figuraba en la do-
cumentación frasinelliana.
Después de muchas idas y venidas, de vueltas y revueltas por riscos, majadas
y praderas del Somiedo más agreste, llegó a comprender, por fin, que tal nombre
y lugar mágico era en realidad Taranvicus, o más bien Tarambicus , esto es, la
cuesta del monte Tarambico, con famosa cueva, bien conocida en los fastos de
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