Page 50 - Somiedo
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vaqueiro de La Peral, donde ahora aun aguantan algunos residentes cuyos ante-
pasados fueron nómadas que en el verano allí llegaban desde concejos costeros,
o casi.
Desde ese pueblo-braña sale una hermosa ruta que corre hasta Fuexo, que es
la braña que está encima de Caunedo, y que si se rebasa por la izquierda permite
bajar, atravesando un hayedo de enorme pendiente, por cierto muy hermosa y
florida bajo la hojarasca, al cerrado valle de Perlunes, donde también llegaban los
vaqueiros de alzada con sus ganados, para después, siguiendo ruta por caminos
estrechos y riscos sobre el rio, llegar hasta Aguino, y de allí, por Barzamexil salir
a la Pola.
Todo lo que se puede contemplar en ese caminar es hermoso: las plantas, las
fuentes, las flores, las rocas, los regatos etc, todo fluye y se encuadra en un marco
continuo de belleza y de serenidad.
Pero, si el caminante opta por seguir a su derecha por la carretera, camino de
los pueblos de Caunedo y de Gúa, pronto encontrara la ruta de subida a la braña
del Tchamardal, más arriba de la cual, subiendo entre avellanos silvestres, está la
aún más preciosa de Momian, entre cuyas cabañas corren y saltan casi siempre
los corzos, y desde donde parte un camino que atravesando un oscuro gran bos-
que de robles concluye abajo, en el amplio valle del Coto de la Buena Madre,
bajo los acantilados que corren hacia la húmeda, desbordante de aguas, braña de
Sousas.
Se pueden, como he dicho, detallar otras miles de experiencias similares sobre
lo que ofrece al caminante, al simple turista, el elemental hecho de estar sobre los
montes o sobre los caminos de Somiedo: Ya sea por Saliencia, por la vía romana
de la Mesa, por el gran Valle de Lago, que no tiene parangón posible, o por el
arcano cauce del Pigueña, desde la Pornacal y las demás brañas altas de la zona
hasta llegar a Aguas Mestas, etc, etc, etc. Y así, hasta casi el infinito, porque hacia
cualquiera de los valles y cumbres somedanos que se encamine el visitante encon-
trara bellezas similares, paisajes recónditos y agrestes siempre nuevos y distintos.
Pero para mí también hay otro Somiedo, que es absolutamente desconocido
para el viandante normal, amparado como esta por el mysteriun tremendum del
que habló Rudolf Otto y que, en definitiva, integra un mundo esotérico e irreal,
donde reina lo sagrado, o quizá también, y solamente, lo estrictamente literario.
Así como es fácil conocer la piel somedana superficial, cualquier facilidad des-
aparece cuando queremos contactar con el Somiedo de las entrañas, teosófico y
astral cuya esencia se residencia en alguna de las más ocultas y misteriosas caver-
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