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Vivencias en las brañas
de Somiedo
Juan Saturnino Fernández Sierra
Cura y Ganadero
En la casería tradicional asturiana, estaba claro el papel del “ama”, mujer que administraba
la cosecha de las tierras y el poco dinero que generaba la venta de leche, de manteca, de
huevos y algún animal, esos ingresos económicos eran los únicos que alimentaban a la
familia todo el año, siendo el papel de las demás secundario; no era tan claro el papel del
“patrón”, varón cabeza de familia. Según cumplían años nuestros mayores, el arar, el segar
la hierba, el cebar las vacas, el llevarlas a beber, esas labores ordinarias, sobre todo en la
braña, eran realizadas por personas jóvenes.
Los que nacimos en el pueblo en los años cincuenta del siglo pasado, no sufrimos el
racionamiento de la postguerra civil española, pero la subsistencia exigía la colaboración
de todos, incluso los niños, ayudando en las tareas de la casería y en las faenas del hogar. En
todos los pueblos de Somiedo, además de las fincas particulares, existían y existen pastos
comunes, y los niños y jóvenes, antes de ir a la escuela, llevábamos el caballo al monte y
lo íbamos a buscar al oscurecer. En la época de siembra o recolección íbamos todo el día
a cuidar la vecera de ovejas o cabras, nos tocaba guiar la pareja de las vacas, o ir detrás,
echando el grano de maíz o la tajada de patatas en el surco que abría el arado romano,
y lo hacíamos contentos, felices y orgullosos de ello, nos sentíamos útiles de prestar esa
ayuda y nuestros padres y abuelos nos lo hacían saber con sus comentarios “ya vales para
mucho”, como es natural los niños nos sentíamos satisfechos con el trabajo realizado.
Sin duda el trabajo de la tierra era y es monótono y aburrido, siempre lo mismo, pero
el trato con los animales nos gustaba más; conocer todas las vacas del pueblo, cuál era
la Roxa o la Gallarda, el bautizar el ternero recién nacido, contemplar la incubación y
eclosión de los pollitos, la pelea de los gallos, el ladrido y compañía del perro, la matanza,
quedan grabados en el corazón de los niños jóvenes y mayores que tuvimos la suerte de
vivir estas experiencias inolvidables.
El paso al trabajo de los adultos varones, era, escalonado, y comenzaba, cuando ordeñabas
una vaca, cuando llevabas tú el arado, cuando tenías tu propia guadaña e intentabas segar
y seguir al que iba delante y que no te adelantara el que iba detrás “que te corto las patas”,
cuando ibas solo a soltar las vacas al pasto y barrer las cuadras por la mañana y volvías de
nuevo a amarrarlas en la cuadra y echarles de cenar a última hora del día, son recuerdos
de infancia y de juventud que los llevamos en la cabeza y en el corazón, son parte de
nuestras vivencias en los pueblos y aldeas de Somiedo
Creo que todos los pueblos en Somiedo, excepto, El Puerto, tienen una o más brañas. Las
más cercanas están situadas en prados de siega, tienen cuadras con pajar para almacenar
la mayor cantidad de hierba posible con la que alimentar las vacas en invierno y en su
mayoría en Somiedo y también algunas en Teverga tienen cubierta de escoba “los teitos”.
Las Brañas más lejanas al pueblo, están situadas normalmente en terreno comunal cercano
a una fuente y protegidas del viento del norte si es posible, las construcciones que más
abundan son los “corros” pequeños, la mayoría de ellos redondos y cubiertos de chábanas
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