Page 310 - Virgen del Camino

Queda, sin embargo, señalar algo más en esa labor. Como buenos
“pueri cantori” que llegaron a ser y fieles a la encomienda eclesial que
los dominicos recibieran, la Escolanía de la Virgen del Camino servía a la
liturgia del Santuario de tal denominación y cabría hoy recordar, lo realiza
también la serie de discos grabados que hoy se escuchan con provecho,
que tal servicio se realidad con idénticos valores que los reseñados para la
finalidad educativa y un plus que suponía enfrentarse con enorme dignidad
a la herencia sacra heredada desde el Gregoriano hasta el siglo XX para
convertirse en pioneros de la que demandaba el Concilio Vaticano II. El
órgano que hoy sigue sonando en el menos concurrido Santuario desliza
aún alguna lágrima de añoranza por aquellas voces llenas de vida e ilusión
que nunca se repusieron. Hay que señalar, en fin, que aquel tiempo de
esplendor era deudor también de la espiritualidad que cada día respiraban
las dos capillas de sendas Escuelas del Colegio, en las que textos y cantos
componían otra sinfonía litúrgica que los frailes dominicos se empeñaban en
vivir y traducir a aquello quinientos niños con su proyecto global.
C) Frailes y profesores como protagonistas indiscutibles.
Fueron, sí, aquellos frailes-profesores, los fieles constructores de aquel
proyecto que me atrevo a denominar aquí “humanismo innovador”. Del
libro que tantas veces he citado en estas breves páginas hay dos cuadros
excelentes por cuanto significan y porque así cada nombre ha quedado
impreso con su vida en La Virgen (págs. 264 y 265 bajo el epígrafe “Todos
los frailes”). Si no conté mal, son más de 100 los que por allí dejaron vida y
trabajo en las dos décadas que más comentamos. Le sigue otro, no menos
valioso, con los nombres de directores y subdirectores de las Escuela Menor y
Mayor respectivamente, a los que en esta trama cabe más responsabilidad.
Sin embargo, cuando leo las páginas dedicadas al conjunto de frailes,
siendo igualmente de gran interés, me saben a poco, comparadas con las
de los otros capítulos que forman la “historia del gran complejo”. Medito un
poco más, por si estuviera más equivocado de lo habitual, con la idea que
trato de esbozar y me doy cuenta que seguramente cualquier atribución,
como la que propongo, se encuentra más en la construcción de su praxis, es
decir, en el significado de su repercusión que en el esbozo de u documento
que no existe y que, sin embargo, me parece transcrito en el resto de las
páginas del Álbum de las Fotos. Por si tuviera algo de acierto, a los propios
textos, a los pies de fotos y, aún más, a las propias imágenes apelo para
ello. No se pueden escribir textos tan apasionadamente hermosos y aunar
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sentimientos tan evocadores para ser apreciados, si no hay un tejido que
permite reconocer vestidos y colores. Es entonces leal atribuir la relevancia
precisa a los protagonistas de tal acontecimiento.
Ya manifesté mi deseo de conocimiento y echo de menos aún más
testimonios de recuerdos de las personalidades de los frailes de aquellas
dos décadas para cuanto aquí me importa. Quisiera saber su ubicación
ideológica, su formación precisa, su evolución dentro de la Orden y del
mundo, como de algunos sabemos o razonablemente atisbamos. ¿Qué
discutían exactamente en su recreación cuando el Concilio Vaticano llegó,
para ello y para la Iglesia en general y para la española en particular, como
un vendaval liberador? Porque es evidente que la década de los 60´ marcó
la evolución colegial.
En fin, la Escolanía del La Virgen graba por vez primer la misa litúrgica
en español, siguiendo la orientación conciliar en 1964 y la vida dominicana
también corre precipitada desde el final de esa década. Algunas
personalidades, como el Padre Torrellas, se irá a Latinoamérica y el Padre
Pedro Sánchez imprime carácter desde el noviciado de Caleruega a su
posterior entrega pastoral y social, por citar dos ejemplos emblemáticos.
Creo, pues, que el edificio intelectual y moral que alentó aquellas
décadas, haciendo honor a la innovadora arquitectura del conjunto que
intuyera Coello y Subirachs expresara, no fue sino el resultado fundamental de
un compromiso que puso el bien común de aquellos alevines de dominicos,
siendo consciente de que sólo unos pocos llegarían a serlo, por encima de
otras contiendas para centrarse en el consenso de un humanismo integrador
con tintes innovadores mientras llegaba la consumación de un proceso de
secularización, tan impetuoso como veloz, que haría imposible la propia
existencia paradójica del Colegio Apostólico.
Es posible así ponderar la relevancia de esa comunidad de comunidades
que tejieron los frailes para trasmitir tales valores durante dos décadas en
tantos chicos, que iban percibiendo también los claroscuros del acercamiento
al tardofranquismo, pero cuya voluntad de formación integral como frailes-
profesores que en tal cualidad todos coincidían, les acercaba a no pocas
excelencias humanistas, científicas y culturales, sin perjuicio de procesos de
victimización que probablemente deben ser reconocidos con la intensidad
que proceda en cada caso o experiencias comunes.
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