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San Salvador de Corniana
no era el único “poder local” de la zona. En los siglos IX y X pueden documentarse otros
cuatro más con la impronta de “iglesias-monasterios familiares”. El más antiguo de ellos
fue el de San Esteban de Elaba (Alava), en los mismos márgenes del Narcea. Era una “villa-
monasterio” descrita así en el documento original:
“…la iglesia de San Esteban [de Elaba], libros: un Manual, un Pasionario, un Salterio, un Ritual de
Órdenes, y todos los libros eclesiásticos de la iglesia, todos sus “testamentos” [títulos de propiedad
de bienes], los ornamentos de la misma, tierras, pomares, viñas, casas, orea (quizás bodegas], cubas
y los objetos propios de los lugares de habitación, y además caballos, yeguas, vacas, bueyes, cabras,
ovejas, puercos, todo hasta lo más pequeño (usque ad minimum granum sinapis) que pertenece a
dicha iglesia” (a. 889).
Seis años más tarde, Gonzalo, un hijo del Alfonso III, que lleva siempre el título de
arcediano de sede episcopal d´Uviéu, dona a su iglesia diocesana “cuatro iglesias con sus
villas”, entre las que figura San Martín de Corniana con otra serie de heredades. La donación
o “testamentum”, copiada por el “Scriptorium” del obispo d´Uvieu Pelayo (1101-1130), en
el conocido Liber Testamentorum, una de las numerosas falsificaciones del famoso códice,
pero recoge muy bien los límites antiguos de esta iglesia-villa, que fue la primera parroquia
de Corniana: San Martín de Baoniu, distinta de la San Juan Bautista que comenzará a
funcionar una vez fundado el monasterio, sin confundirse nunca con él (I. Muñiz López,
Análisis territorial del Coto de Cornellana (Salas). Estudio histórico-arqueológico: inédito
en el Archivo de la Comisión de Patrimonio). Este centro de poder local se iría convirtiendo
paulatinamente una pequeña puebla episcopal, muy bien diferenciada de los dominos del
Coto del monasterio. En el siglo XIV, durante el episcopado de Gutierre de Toledo (1377-
1389), el Libro de las Jurisdicciones la describe de forma muy escueta: “El çellero de la
Puebla de Cornellana”.
El tercer centro de poder altomedieval, cercano, así mismo, de Corniana, se encuentraba
en la villa de Quitonios, vinculada a la poderosa familia gallega de San Rosendo – obispo de
Mondoñedo (925-942), por un tiempo también de Compostela- y gran abad de Celanova.
Sus padres, Gutier Menendez (902-934) e Iduara (902-958) pertenecían a un poderoso
clan aristocrático de profunda raigambre político: el bisabuelo de San Rosendo había sido
el conocido conde Gatón, emparentado con Ordoño I (850-866): él y su familia influyeron
también en el reino de León hasta Ramiro II y Ordoño III (931-956). En una división
de heredades entre la parentela del gran abad-obispo (934), a éste y a sus hermanos les
correspondieron varias heredades en Asturias, entre las que se encontraba la villa-aldea de
Quintonios (I. Muñiz López, San Rosendo y su familia, bases del poder de la aristocracia
asturleonesa en los siglos IX y X”, Territorio, Sociedad y Poder, 2, 2007, 221-274).
El último centro de poder documentada en las tierras centrales del municipio, un
poco alejado ya de Corniana, fue San Martín de Salas: una notable iglesia de tradición
arquitectónica prerrománica, que hizo las veces mucho tiempo de iglesia de la capital del
concejo. Fue reconstruida en el siglo XV y sufrió varias reformas en el XVII. En la actualidad
puede verse un conjunto de piezas de la misma –siete con inscripciones epigráficas- en
el museo de la Torre de Salas. Y tienen mucho interés porque en ellas aparece el nombre
del autor, Alfonso, con el título de “confeso”, que ya en vida realizó en ella una profunda
reconstrucción y la escogió para su lugar de enterramiento (969). Todos los historiadores
se han preguntado quién era realmente este destacado personaje. Y parece que podemos
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