Page 824 - Salas
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afirmar con toda probabilidad que fue Alfonso Froilaz, un hijo de Fruela II, muy vinculado
            a la política asturiana y rey de León durante unos meses (925), lo cual pone de relieve la
            importancia del titular de este dominio, nada menos que de estirpe regia.

               Después de analizar brevemente el territorio de los dominios de Corniana, durante
            los siglos IX y X, parece claro que en estos valles del Nonaya y del Narcea existían ya
            centros importantes de poderes político-económicos y sociales, vinculados de algún modo
            a la realeza. La infanta Cristina, la fundadora del monasterio de Corniana, era hijo de
            la reina Velasquita, repudiada por su padre Bermudo II (+999). Durante varios años fue
            una de las integrantes de un poderoso grupo de “señoras”, que vivían una vida común
            de porte más o menos monástico en San Juan Bautista –la sede del futuro monasterio de
            San Pelayo- después de haber sido alejadas de la corte real de León.  La cabeza visible de
            aquel grupo, tan singular como poderoso, era Teresa Ansúriz, una de las personalidades
            más relevantes de la nobleza castellana, que al alejarse de León por problemas políticos
            y refugiarse en Uviéu, trajo consigo lo restos del niño mártir Pelayo para venerarlos en su
            cenobio ovetense. Y todas ellas mirarían con cierto recelo lo que acontecía en la Corte en
            los últimos años de Bermudo II y los primeros de Alfonso V que empezó a ejercer de rey
            siendo aún muy joven, llegando a crear incluso, otro grupo de poder con ciertos visos de
            independentismo asturiano frente al reino de los soberanos leoneses. Por eso, nada tiene
            de extraño que, al casarse Cristina con Ordoño Ramírez, otra personalidad de ascendencia
            regio, eligieran con lugar para su residencia a Corniana: al fin y al cabo, también estaba
            cerca d´Uviéu y de la residencia de su madre y de sus parientas.

               Que una mujer, la infanta Cristina, miembro destacado de aquella especie de consorcio
            nobiliario con perfiles regios, escogiera para establecerse con su nueva familia un territorio
            rico, muy bien comunicado, no lejos d´Uviéu, y con gentes poderosas que habían sido
            capaces de levantar una fortaleza, rodeada por varios poderes socio-eclesiásticos, en
            especial el de la iglesia de San Martín de Salas relacionado nada menos que Alfonso
            Froilaz, entra dentro de la pura lógica de la relación de poderes de aquella época.

               Cristina y Ramiro se establecieron en la “villa” de Corniana a principios del siglo XI.
            Allí se construyen una iglesia dedicada a San Salvador y un monasterio de tipo familiar
            (edificavimus sub jure monasterii). Ordoño Ramíriz, al morir –antes de 1024-, lo dona todo
            a Cristina, y ella, ya viuda, el último día de mayo de 1024, concede a su villa-monasterio
            un conjunto notable de heredades: la mitad de la villa de San Juan de Godán, las iglesias
            de San Pedro de Salto (Soutu los Infantes), San Vicente [Salas], San Julián de Frascineto
            (Fresnéu, Corniana) y Santa  Eufimie  (Santofimia,  Corniana).  Completan  la  donación
            utensilios del ajuar doméstico y litúrgico –algunos de plata- libros del Año litúrgico y una
            cabaña ganadera de cierta relevancia para aquellos tiempos: diez vacas, cinco yeguas, cien
            cabezas de ganado menor (pecora proimiscua) y una mula. Y lo otorga a su monasterio
            de forma usufructuaria y vitalicia: mientras viviera en él con sus parientes y servidumbre,
            serviría para su sustento, titulándose “Christi ancilla” y “Deo vota”. Al morir –ocurrira a
            mediados del XI- pasaría todo a los responsables del culto de la iglesia de San Salvador,
            para que oraran por los dos infantes.

               Durante la segunda parte del XII, después de la muerta de Cristina Bermudez, el
            patrimonio fundacional se desintegró entre su numerosa parentela, como solía ocurrir
            en otros monasterios familiares de la época. En el siglo XII, un descendiente suyo muy
            poderoso, que era rico y controlaba sus dominios desde Salas, consiguió rehacer el antiguo


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