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La Capilla de San Antonio y su entorno




        Juan Ramón Cofiño Prieto









        En 1572 el rey Felipe II envió a su cronista, el clérigo Ambrosio de Morales, a visitar los
        Reinos de León, Galicia y Principado de Asturias con motivo de reconocer e inventariar
        las reliquias de «Santos, Sepulcros Reales y libros manuscritos de Catedrales y Monas-
        terios». De camino a Covadonga, a su paso por Cangas de Onís, distingue dos núcleos
        urbanos y los describe de esta forma: «Este otro Cangas de Onís y otro junto con el lla-
        mado Mercado de Cangas, Cabeza del Concejo está al Oriente de Oviedo, once leguas
        á la junta de los dos Ríos Sella, y Bueña, tres leguas del Mar, y no lejos de las Montañas
        llamadas de Europa…».


        En el primero que nos cita Morales se encontraba el hoy conocido barrio de Cangas de
        Arriba, donde habitaban artesanos, labradores, maconeros, herreros, ceramistas y otras
        muchas gentes que dieron nombre a diversos lugares de esta ciudad. Todavía hoy se
        conservan algunas de las casas de aquella época en el barrio de “Los Fareros”, donde
        uno de sus últimos artesanos, conocido popularmente por “el Resaláu”, hacía ollas, pu-
        cheros y botijos en su alfar con el barro que extraía en “El Reboriu”, una de las fincas
        más altas esa zona. Por este motivo y por la fama que llegaron a tener algunas de las
        piezas allí fabricadas es por lo que a los cangueses les llaman “Botijos”. Unos metros
        más allá del Reboriu y separada por el camino, en la casería de Pando, hoy llamada de
        Tejuca, también hubo una tejera. En este entorno es  donde se levantó la primera Capilla
        de San Antonio.


        De todas las capillas que existieron o todavía existen en Cangas de Onís: la de San
        Roque, en el lado Sur de la actual iglesia parroquial; Santa Ana, situada en uno de los
        laterales de la antigua iglesia de Santa María, en el barrio de Cangas de Arriba; La Con-
        cepción, perteneciente al Palacio de Cortés y que dio nombre al barrio donde se ubica;
        La Trinidad, enclavada en el parque de la actual iglesia, en la finca del “Palaciu Pintu”,
        propiedad de Juan Vázquez de Mella y más tarde de los hermanos Ceñal, herederos
        suyos; San Pelayo, en la calle a la que da nombre; y Santa Cruz, en el barrio de Con-
        tranquil; actualmente solo permanece abierta al culto la de San Antonio.

        No es esta que hoy conocemos la misma de aquel tiempo, puesto que al encontrarse



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