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Onís), o el edificio del salto de la eléctrica de Caño, entre otras. Los únicos datos que
        disponemos del constructor son los que se recogen su partida de defunción fechada el
        14 de enero de 1902, donde nos dice que «era arquitecto de obras de edad de 67 años»,
        natural de Cangas de Onís y que se casó el 28 de julio de 1860 con María Dolores de
        la Viña.

        Para comenzar las obras únicamente era necesario el señalamiento del lugar por par-
        te del ayuntamiento de forma conveniente «para no perjudicar las vías públicas». El
        proyecto, presentado por Ramón Blanco y aprobado en sesión del 1 de septiembre de
        1900, manifiesta que: «se ha de edificar en el mismo sitio que la antigua pero mirando
        al Norte». La anterior capilla miraba hacia el Oeste. Asimismo, autorizó ensancharla los
        metros convenientes «derribando los árboles que fuesen necesarios». Tres fueron los
        viejos robles que se subastaron para, de este modo, aliviar futuros gastos. Ello provocó
        alguna protesta entre los vecinos puesto que el coste alcanzado en la subasta apenas
        sumaba cuarenta y tres pesetas.


        Según aparece publicado en el periódico local El Auseva, (Año X, núm. 477, mayo 1900),
        el señor Ortíz dio órdenes al ayuntamiento de la ciudad para que entre el párroco,  Rai-
        mundo Sánchez y Ramón Blanco procedan inmediatamente a dar principio a los trabajos
        sobre el proyecto de restauración de la capilla de San Antonio, sita en el robledal bajo el
        presupuesto que anteriormente hemos mencionado.

        En otro de los artículos difundidos por la prensa, correspondiente al mes de mayo de
        1903, se afirma que «por fin los trabajos ulteriores de la Capilla de San Antonio, que con
        tanta filantropía costeó y costea D. Federico Ortiz, ya se están terminando. El inteligente
        pintor D. Eufemiano Cuervo, está encargado de dar término a la brillante obra del dorado
        en el retablo». El 5 de junio, coincidiendo con el primer día de la novena en honor a San
        Antonio, la imagen fue trasladada desde la iglesia parroquial, lugar en el que permaneció
        durante las obras de construcción, hasta la nueva capilla para ser allí entronizada junto
        a las imágenes de San José, Santa Teresa de Jesús y las de los apóstoles San Pedro y
        San Pablo.


        Con la llegada de la Guerra Civil Española volverían a producirse cambios en el interior
        de la capilla. Las imágenes y el retablo fueron destruidas pero la talla de San Antonio
        pudo conservarse, según cuenta la tradición, gracias a que le pusieron un pañuelo rojo
        por el cuello y un fusil en la mano para presidir uno de los salones de la Casa del Pueblo.
        Sin embargo, fue despojado del Niño así como de la mano derecha que, con posteriori-
        dad, le sería recompuesta.

        La capilla desde entonces está como hoy la conocemos. Tiene un pórtico que mira al
        Norte y es sostenido por cuatro columnas toscanas que descansan sobre el muro que lo
        cierra. Su friso y tímpano están realizados en madera y la puerta, que da entrada a un
        pequeño pórtico interior, es una gran verja de hierro forjado sobre la cual hay un arco de



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