Page 854 - Virgen del Camino

proyecto sin obstáculo. También dirigió al Padre Vicente Carrasco, Superior
general de los benedictinos, una carta pidiéndole que aceptase la conce-
sión del Gobierno (6-II-1860). Recibió contestación favorable y laudatoria.
El Padre Mariano Cuartero dio poder a don José Uría para que tomara en
su nombre posesión del convento, a principios del mismo año. Don José de-
legó en su hijo Rafael. Éste, con auto de Juez de primera instancia, tomó po-
sesión. El día 23 de enero de 1860 se hizo inventario del edificio y contenido.
El señor Uría, para cuidar el monasterio y sus dependencias y hacer re-
paraciones, nombró a don Clemente Quiñones. Era éste un religioso lego
benedictino del mismo monasterio. Continuó su oficio hasta que llegaron los
Padres Orge y Larroca, para impulsar las obras indispensables: retejo, cielo
raso, vidrieras, cristales y ventanas, celdas y tabiques, blanqueo, supresión de
humos, retoque del cimborrio, blanqueo de la iglesia y arreglo del órgano,
cambios en el presbiterio con su escalinata.
Y comenzó la obra restauradora de la Provincia de España. Expansión en
años sucesivos. Religiosos a Filipinas, refundación de nuevos conventos: Pa-
drón, Caldas de Besaya, Montesclaros, Vergara y Salamanca. Primer Capítu-
lo Provincial en Corias. Segundo, en las Caldas de Besaya. Inauguración de
Palencia (1884) con asistencia de autoridades civiles, militares y eclesiásticas.
Fundaciones en Barcelona, Cádiz, Jerez y Segovia (Cueva) (1888). El primer
hijo de Corias obispo, Padre Máximo Fernández, Vicario Apostólico del Ton-
quín Central (1897), La Coruña y El Olivar. Tercer Capítulo Provincial con ree-
lección del Padre Antonio Martínez. Estudios en Valladolid de Apologética y
Exégesis (1900). En 1902, expedición de varios Padres y Hermanos a México.
Dos años antes habían llegado a Corias los jóvenes Pablo Díez y Manuel
Tascón. Hacía un año que habían terminado el noviciado con otros compa-
ñeros. Durante él habían conocido la historia del convento desde sus oríge-
nes hasta el ingreso de ambos. Esperaban ya tomar el hábito.
NOVICIO Y PROFESO
1. Toma de hábito
Había transcurrido un mes cuando avisaron a los postulantes que serían
examinados para la toma de hábito. Fueron aprobados por el Consejo con-
ventual después de algunas preguntas: normas canónicas, sondeos sobre la
vocación, obligaciones religiosas.
Corno paso previo para la vestición, hicieron ocho días de ejercicios espi-
rituales. Días de oración, de silencio. Pláticas y oración.
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Para ellos, el ambiente de ejercicios, aunque nuevo, no era extraño. La
vida conventual facilitaba la adaptación. Participaban en varios actos litúr-
gicos, especialmente Completas. Por la mañana, rezo de maitines, laudes y
horas menores preparatorias de la misa conventual.
Se fijó la toma de hábito para el 28 de septiembre, a las ocho y media
de la mañana, después de la misa. Comenzó la jornada a las cinco con el
pregón solemne del Avemaría que hacía el llamador. Sonaban sus palabras
cadenciosas por el pasillo del noviciado, en donde los postulantes vivían ya
con los novicios. unidos a la Comunidad, de la que se nutrían espiritualmente,
vivían su ambiente: un gran silencio con rumor de colmena en actividad or-
denada y fecunda. Célula de la Iglesia en sus relaciones con Dios. Conjunto
espiritual de la comunión de los santos, que se ayudan para salvarse. Reba-
ñito apacentado por el Pastor divino. La Comunidad se hallaba en los frailes
actuando y dando vida. Cada uno era una parte de ella y la representaba.
Un aspecto importante, la celda. En ella cada uno tenía su propio mun-
do. Iguales en lo esencial y distintas en los detalles, en lo personal. A solas en
la celda -cama, silla, mesa, libros, imagen de la virgen, de Santo Domingo,
crucifijo-, lugar de recogimiento. El religioso está con Dios. Las celdas iguales
y cada celda distinta. Valen mucho las horas en la celda ocupados en actos
variados. Todo por Dios.
De pronto se advierte un día en este silencio que uno es «celda» dentro
de la celda. Es «celda» de un Huésped a quien le gusta que conversen con
él: el Divino Espíritu. Y por ser «celda», el religioso es hombre de oración. Y es
dichoso. Hacia este recogimiento interior orientaba el Padre Maestro a los
postulantes y novicios, más intensamente durante los días de ejercicios espi-
rituales, preparatorios para el hábito y profesión.
2. La vestición
El día señalado, los ocho postulantes, jóvenes, esperaban ilusionados el
momento. La ceremonia, en la iglesia. El Rector-Prior se dirigió a la Comuni-
dad, sentada en los bancos del centro de la iglesia:
-Han sido aprobados por el Consejo y Capítulo para tomar el hábito los
postulantes siguientes.
Y leyó los nombres, entre ellos el de Pablo Díez Fernández. Y dijo:
-Si no hay ningún inconveniente por parte de la Comunidad, se procede-
rá a darles el Santo hábito.
Esperó unos momentos. Nadie objetó nada. Sentáronse todos. Momentos
después entraron los postulantes precedidos del Padre Maestro Fray Fernan-
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