Page 302 - Virgen del Camino

y una formación específica que fomentara una vida religiosa intensa que
moldeara e hiciera madurar una vocación sacerdotal y específicamente
dominicana. Colegio, pues y seminario menor a un tiempo con la ambición y
rigor que tal encomienda precisaban sin concesiones a placeres mundanos
que hicieran “peligrar” tan exigente propósito. Cierto que en aquella larga
época. que el fin de la Dictadura clausuraría en su gran repercusión social.
cabría ver similitudes y diferencias con no pocas instituciones análogas. Los
“internados”, masculinos y femeninos, especialmente los regidos por órdenes
religiosas de gran prestigio social, atraían a muchas familias españolas y no
solo a las adineradas, sino también a aquellas bastantes que priorizaban para
esta decisión el mayor esfuerzo y gasto familiar, el económico y el propio de
sacrificios y desarraigos de padres e hijos. A su vez la perspectiva de que
alguno, o varios, de los hijos de las parejas españolas en la larga post-guerra
civil fuera o pudiera ser sacerdote, o monja por supuesto, no pertenecía sólo
a una minoría ultracatólica o conservadora sin más, sino que se extendía a un
número significativo de familias, pues suponía un progreso en la escala social
predeterminada y hasta se veía con cierto prestigio. Hay, pues, numerosos
ejemplos de esta mixtura de “colegio interno-seminario menor” en el que hay
que incardinar nuestra general reflexión, pero sobresale excepcionalmente
la Virgen del Camino por la cantidad de circunstancias que propiciaron
un proyecto singular, que merece la pena rememorar y hasta emular,
parcialmente, claro es, como al final trataremos de enfatizar.
A) Proyecto arquitectónico y sus singularidades capillas, clases, estudio,
recreación, teatro y modernidad.
Antes de destacar algunas de sus características, permítaseme trasladar
aquí una concepción estética, que me he acostumbrado a expresar en
mis clases durante largos años y que nace de la prioridad que otorgo a ese
sintagma que constituye “la razón simbólica”. Debo decir, muy resumidamente
que, en mi apreciación, tal razón, con su capacidad de comprensión,
siempre en interacción dialógica con la razón ilustrada o instrumental y la
filosófica o ética, es la que mejor da cuenta específica de las posibilidades
creativas del ser humano, que abarcan todos los sujetos estéticos, lo que
vale tanto como señalar los inmateriales o espirituales, incluida la religión. De
ahí que frecuentemente la propia razón simbólica desemboque también en
un poder efectivo al que nutren una serie compleja de imaginarios sociales
compartidos e identitarios. Pienso, en consecuencia, que, si no en todos,
desde luego, en los grandes procesos de mutación artística de Occidente
(pensemos en el paso del románico al gótico, en el movimiento barroco
o en las vanguardias finiseculares, a modo de ejemplo) se produce a un
tiempo, en una ósmosis creadora en sus diferentes protagonistas, escritores,
artistas de las diversas bellas artes o músicos..., la voluntad de innovación
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superadora del marco técnico precedente (el arco y la ventana/vidriera;
la fusión de formas inéditas o la ruptura de cualquier formalismo anterior)
y una nueva concepción o dimensión espiritual o inmaterial. He querido
alargarme intencionadamente en esta pretenciosa explicación para señalar
el esfuerzo, teórico y práctico, que con toda seguridad presidió el quehacer
del arquitecto Coello de Portugal y los demás actores principales que más
arriba hemos destacado, pero también de los no pocos, aparentemente
más secundarios, incluidos los propios niños y adolescentes, que maceraron
un verdadero universo o microcosmos que configuraron el conjunto material
y la dimensión educativa, ambas singulares.
Cuando el arquitecto Coello pensaba en el Santuario, debía trabajar, y
casi a marchas forzadas, en la nueva estética y funcionalidad, que exigía
el proyecto, ahora mucho más ambicioso, que la orden dominicana, y
concretamente su “provincia de España”, quería llevar a cabo en la Virgen
del Camino, a partir del traslado efectivo del embrión de Corias en Asturias,
demasiado lejano y tal vez ya obsoleto en aquel momento, a pesar de la
fortaleza de aquel singular convento, hoy Parador Nacional, que dio comienzo
en el temprano curso de 1957/58. (OJO FOTOS) Sorprende hoy la claridad y
rapidez de la planificación estratégica y su ejecución, que permitía ya en
esa fecha el inicio de las clases en condiciones muy dignas de la buscada
funcionalidad innovadora. El recuerdo del arquitecto de aquellos años nos
ofrece un resumen muy expresivo de las piezas fundamentales de aquel
complejo tan interesantes:
«En la Fundación Virgen del Camino usamos dientes de sierra en las
aulas, un poco para que fueran buscando el mediodía. Además, no se
oye el sonido de aula a aula si tienen las ventanas abiertas. El pabellón de
dormitorios estaba abajo, con los estudios generales. El recreo cubierto,
porque hacía mucho frío, y otro recreo. Son dos Colegios simétricos para
casi quinientos niños. En la entrada hay un escudo muy bonito hecho por
Subirachs, con la estrella de Santo Domingo y un león, en referencia a la
ciudad. Todas las escaleras están cerradas por mosaicos del padre Iturgaiz.
Las dos capillas están cortadas por la mitad. Tienen una capa de yeso muy
gruesa de ocho o diez centímetros en donde están los grabados en yeso de
Pepe Lapayese como cortados con cuchillo, unos misterios del rosario en la
Escuela Menor y en la Mayor un vía crucis”. curro coello op (pág 297 y FOTO)
Glosar la propia descripción del gran arquitecto sería pretencioso y banal,
pero es preciso admirar, aún, en medio de un silencio que grita aquella
memoria de la vida, la trabazón de elementos funcionales y artísticos,
jugando con perfecta armonía, conjugando necesidades e intereses, al
tiempo que arquitectura, escultura, mosaico y decoración parecen hablar
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