Page 860 - Virgen del Camino

sueño. Terminado el tiempo, quien presidía daba gracias y la Comunidad
respondía con el Amén.
Los Padres salían a celebrar misa, a la que asistían y servían los Hermanos.
Los estudiantes iban a las celdas. Los novicios oían la misa del Maestro en su
oratorio. A las siete menos cuarto novicios y profesos bajaban al desayuno.
Luego, a coro para las horas y misa conventual semitonadas. Hasta las ocho.
De las diez y media a once y media, las clases. Luego, la comida. Una hora
de recreo y siesta o descanso hasta las dos. Un cuarto de hora después, vís-
peras precedidas en el noviciado del Oficio Parvo: A las tres y cuarto, clase,
precedida de media hora de estudio. Después de clase, recreo de hora por
el bosque. Al regreso, completas cantadas a las cinco, rosario semitonado y
otra meditación hasta las seis. Luego estudio hasta las ocho menos cuarto.
Toque para maitines. Los novicios y profesos, en filas, entraban en el coro de
dos en dos. Hacían genuflexión previa e inclinación profunda y ocupaban su
sitio, abajo. Arriba, los Padres y Hermanos.
Comenzaba el invitatorio precedido de las invocaciones dialogadas.
Seguía el himno alternante. Luego salmos y lecturas: tres nocturnos de tres
salmos y tres lecciones cada uno. Los dos coros dialogaban semitonando.
Alternaban de pie y sentados. A la gloria, en pie todos e inclinación pro-
funda. Son los salmos expresión lírica del ánimo: serenidad, paz, turbación,
lucha, fervor, diatribas, anhelos, entusiasmos, depresiones, reflexiones, ge-
midos, alabanzas.
Durante las lecciones, todos sentados. Ante un atril hacía el lector la lec-
tura semitonada. Lecturas variadas según día y tiempo litúrgico: historias bí-
blicas, hagiográficas, doctrina espiritual patrística y teológica. Fuente de for-
mación religiosa y humana.
5. Liturgia dominicana
En el trascurso del año se iba evocando todo el misterio de la salvación.
Espera de la llegada del Salvador:
Adviento. Gozo en el Nacimiento. Visión penitencial: cuaresma. Luto de
la Iglesia: oficios de Semana Santa. La. Laureles, campanas gozosas, aleluya:
Resurrección. Lluvia de fuego y de luz, renovación interior: Pentecostés. Amor
incomprensible: Corpus. Fiesta de familia: Santo Domingo y la Virgen del Ro-
sario. Triunfo de nuestros hermanos: Todos los Santos. Recuerdo y esperanza.
Y siempre la doxología trinitaria en el 1111 de cada salmo con la inclinación
profunda.
Una de las observancias era la recitación solemne del oficio divino. Víspe-
ras semitonadas y completas cantadas, el acto coral solemne de la Orden,
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con asistencia de todos. Una fiesta espiritual de los religiosos. El novicio de tur-
no cantaba la exhortación de San Pedro a la vigilancia. El canto de Simeón.
Y la oración de confianza, pidiendo la protección de Cristo. Y cantaba el
hebdomadario invocando la divina bendición. Luego salían dos cantores
al medio y entonaban la Salve. Seguía el coro y se organizaba la procesión
hasta el altar. Precedían dos novicios llevando ciriales.
Había en cuaresma variantes notables hasta Jueves Santo. Durante las
cuatro semanas se cantaban otros himnos y antífonas. Era un diálogo canto
impresionante del coro y el cantor. En la semana de Pasión y hasta el Jueves
Santo se cantaba: «Oh rey glorioso entre tus santos, siempre laudable y sin
embargo inefable. Tú, Señor, estás con nosotros. No nos abandones, Señor
Dios nuestro, para que en el día del juicio te dignes colocarnos entre tus san-
tos y elegidos, oh Rey bendito».
En tiempo de Pascua, de Resurrección a Pentecostés, las completas ad-
quirían una vibración de triunfo, de gloria, con el aleluya. El himno acentua-
ba lo mismo.
En más de una ocasión le había correspondido a fray Pablo, novicio y
profeso, intervenir en estos cantos de las completas. Tenía voz clara, suave y
buen oído.
6. Detalles y aspectos
En las principales fiestas del año se cantaban maitines, laudes y vísperas.
También la misa conventual. Con acompañamiento de órgano. No habien-
do libros litúrgicos manuales, el oficio se cantaba con los libros corales anti-
guos, colocados en el gran facistol en medio del coro. Dos novicios, uno a
cada lado del libro coral, pasaban y sostenían las hojas.
Los maitines del domingo duraban una hora larga. Y la «prima longa», de
septuagésima a Ramos. El oficio parvo se recitaba semitonado en las fiestas
simples y feriales. Especial relieve ofrecían las fiestas navideñas, más íntimas y
menos externas que hoy. Pero no carentes de alegría juvenil, propias de las
vacaciones con ambiente familiar. A la Nochebuena precedía por la maña-
na la vigilia solemne. Las laudes tenían carácter de doble y el hebdomadario
pasaba al coro derecho, signo litúrgico importante. La kalenda se cantaba
con solemnidad. En el centro del coro, el facistol y dos hachones encendi-
dos. El cantor, con alba corta, cantaba el martirologio. Luego, al pronunciar
las palabras «factus horno», la Comunidad se postraba en venia. Luego un
diácono pronunciaba un sermón en latín. Luego el prior pronunciaba una
breve homilía. En ella felicitaba las Pascuas a la Comunidad. Después, horas
menores. Y la misa conventual para novicios y profesos.
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