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Pimiango
lógico procedente de la excavación de F. Jordá en 1954, y de otros trabajos de acondiciona-
miento en el vestíbulo, conservado en el Museo Arqueológico de Asturias, se atribuye al Meso-
lítico. De la industria lítica hay que señalar un citado buril lateral en silex, un pico asturiense
y un canto pintado con huellas en los dos extremos de percusión atribuido al Azilense. De los
restos faunísticos determinados, los más abundantes son los invertebrados marinos; las lapas
con varias especies de Patella, el gasterópodo Phorcus lineatus, los bivalvos Mytilus sp. y Ostrea
edulis, el percebe Pollicipes pollicipes y los gasterópodos terrestres Cepaea nemoralis y Potami-
des elegans. Los mamíferos incluyen restos de bovino, ciervo, cabra, zorro, caballo, gamuza y
león. También aparecen restos de aves y de un pez espárido. De este material arqueológico los
pertenecientes a Patella vulgata de gran tamaño, león y caballo, sin contexto estratigráfico, se
podrían adscribir a finales del Paleolítico superior.
En El Pindal existe una fauna troglobia que se desarrolla en el medio subterráneo. Adaptada a
un hábitat con unas condiciones microclimáticas especiales: oscuridad, temperatura constan-
te, humedad elevada, entre otras. Los troglobios desarrollan su ciclo biológico en las cuevas
(cavernícolas estrictos) y caracterizados, como resultado de una convergencia, de una serie de
rasgos: despigmentación y permeabilidad de los tegumentos, ausencia o reducción de los ojos,
cuerpo estilizado con largos apéndices dotados de órganos sensoriales, bajo metabolismo y baja
tasa reproductiva. El aislamiento de su biótopo, a menudo circunscrito a una o unas pocas ca-
vidades, ha favorecido un alto grado de diversificación y endemismo. Del Pindal se han citado
troglobios pertenecientes a los siguientes táxones, todos Artrópodos: Crustáceos (Isópodos y
Anfípodos), Arácnidos (Pseudoescorpiones), Miriápodos e Insectos (Coleópteros y Dípteros).
El Pindal figura como localidad típica de dos especies hipogeas, ya que el interés por esta fauna
cavernícola, en un principio, va parejo al estudio de su arte rupestre. Así, en agosto de 1908,
abril y agosto de 1909, H. Breuil colecta en los tramos finales accesibles de la cueva (en el
primer tercio no halla vida animal), en el suelo de arena y grava y en las paredes húmedas, co-
leópteros; bajo las piedras próximas al pasadizo que da inicio a la última galería de la cueva, Isó-
podos y Pseudoescorpiones y en el mismo pasadizo, siempre inundado, Anfípodos. En agosto
de 1909, advierte la existencia de un gran número de Coleópteros sobre los mangos de madera
de herramientas recientemente abandonadas. Entre los ochocientos veinticuatro cavernícolas
inventariados, descubre una nueva especie para la ciencia, Speocharis breuili, descrita por el
bioespeleólogo R. Jeannel en 1909. Se le encuentra acompañado de otros dos coleópteros: un
colévido, Breuilia triangulum (Sharp, 1872) y un carábido, Trechus escalerai Abeille, 1903.
Speocharis breuili, primer ejemplar hipogeo descrito en Asturias, es un coleóptero colévido
(Leptodirinae) de 2 mm de longitud cuyo nombre actual es Quaestus (Quaestus) breuili (Jean-
nel): Perreau, 1993. En 1912, E. Ellingsen describe otra nueva especie Obisium jeanneli, se tra-
ta de un pseudoescorpión de cerca de 6 mm de longitud actualmente denominado Neobisium
(Blothrus) jeanneli (Ellingsen 1912). Se admite que los ancestros de la fauna cavernícola se
remontan, al menos, al Terciario, procedentes de faunas tropicales en las que sus representantes
superficiales se han extinguido. El interés de los troglobios estriba en su condición de indicado-
res biogeográficos y en la relevante aportación a la biodiversidad zoológica.
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